jueves, 21 de mayo de 2009



MANUEL ACUÑA NARRO
(1849 - 1873)

Médico y poeta, nació en la ciudad de Saltillo, Coahuila, el 27 de agosto de 1849. Vivió en una época en que la sociedad mexicana era dominada por una intelectualidad filosófico-positivista, además de una tendencia romántica en la poesía. Hijo de Francisco Acuña y Refugio Narro. Recibió de sus padres las primeras letras. Estudia posteriormente en el Colegio Josefino de la ciudad de Saltillo y alrededor de 1865 se trasladó a la México, donde ingresó en calidad de alumno interno al Colegio de San Ildefonso, donde estudia Matemáticas, Latín, Francés y Filosofía. Posteriormente, en enero de 1868 inicia sus estudios en la Escuela de Medicina. Fue un estudiante distinguido aunque inconstante. Cuando muere, en 1873 sólo había concluido el cuarto año de su carrera. En los primeros meses de sus estudios médicos vivía en un humilde cuarto del ex-convento de Santa Brígida, de donde se trasladó al cuarto número 13 de corredor bajo del segundo patio de la Escuela de Medicina, el mismo, que años antes habitara otro infortunado poeta mexicano, Juan Díaz Covarrubias.


Allí se reunían muchos de los escritores jóvenes de la época, Juan de Dios Peza, Manuel M. Flores, Agustín F. cuenca, Gerardo M. Silva, Javier Santamaría, Juan B. Garza, Miguel Portilla, Vicente Morales y otros. Allí fue donde, una tarde de julio de 1872, algunos de los poetas del grupo inscribieron sobre un cráneo, como sobre un álbum, pensamientos y estrofas.

En 1868 inició Acuña su breve carrera literaria. Dióse a conocer con una elegía a la muerte de su compañero y amigo Eduardo Alzúa. En el mismo año, impulsado por el renacimiento cultural que siguió al triunfo de la República, participó, junto con Agustín F. Cuenca y Gerardo Silva, entre otros intelectuales, fundando la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl, en el seno de la cual dio a conocer sus primeros versos. Los trabajos presentados en la sociedad publicáronse en la revista "El Anáhuac" (México 1869) y en un folletín del periódico La Iberia intitulado Ensayos literarios de la Sociedad Nezahualcóyotl. Este folleto puede considerarse como una de las obras de Acuña, ya que contiene, además de trabajos de otros escritores, once poemas y un artículo en prosa suyos.

Tenía 24 años y había probado ya la miel de la gloria el 9 de mayo de 1871... En esa fecha se estrenó "El Pasado", drama de su inspiración que recibió una buena acogida por parte del público. Además la crítica ya le había reconocido un sitio destacado como poeta. Rosario de la Peña fue la mujer que estuvo más íntimamente ligada a sus últimos años, fue el gran amor de su vida y según parece, pesó tanto en su ánimo que mucho tuvo que ver con su trágica muerte. De hecho, el atractivo de esta mujer queda reservado como uno de los misterios de la historia, pues fue ella la misma Rosario que despertó por igual la desesperada pasión de Acuña, el deseo de Flores, la senil adoración de Ramírez y el cariño devoto de Martí.

Los extremos poéticos de estos cuatro hombres de letras eran motivo de satisfacción y halago para ella, cuya casa era frecuentemente convertida en tertulia donde cada uno exponía sus nuevos versos, se hablaba y debatía de filosofía o de bibliografía. Manuel Acuña fue un apasionado de Rosario de la Peña. Su inmenso y desenfrenado amor por ella fue la causa, o al menos la razón mejor fundamentada, de que quedara trunca su existencia cuando ya en los círculos intelectuales era reconocido su genio, su calidad como escritor y nadie dudaba de su exitoso futuro.

¿Qué era lo que pasaba por su mente o por su atribulado corazón aquel 6 de diciembre de 1873? Es un secreto que se llevó a la tumba luego de ingerir cianuro de potasio para cortar su existencia. El cadáver del poeta, de cuyos cerrados ojos, se dice, estuvieron brotando lágrimas según él mismo lo había anticipado:

"como deben llorar en la última hora
los inmóviles párpados de un muerto"

Fue velado por sus amigos en la Escuela de Medicina, fue sepultado el día 10 de diciembre en el Cementerio del Campo Florido, con la asistencia de representaciones de las sociedades literarias y científicas, además de "un inmenso gentío" Las elegías y oraciones fúnebres con que se honró su memoria fueron nutridísimas destacándose las de Justo Sierra, que expresó con singular fortuna, en la primera estrofa de su poema, el sentimiento de dolorosa pérdida que experimentaba la concurrencia:

Palmas, triunfos, laureles, dulce aurora
de un porvenir feliz, todo en una hora
de soledad y hastío
cambiaste por el triste
derecho de morir, hermano mío.

Hablaron también Juan de Dios Peza, su gran amigo, Gustavo Baz y Eduardo F. Zárate, entre otros.
Posteriormente sus restos fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres del Cementerio de Dolores, donde se le erigió un monumento. En octubre de 1917, el estado de Coahuila reclamó las cenizas de Acuña que, tras de haber sido honradas con una ceremonia en la Biblioteca Nacional, fueron trasladadas a Saltillo, su ciudad natal, donde el escultor Jesús E. Contreras había realizado un notable grupo escultórico a la memoria del poeta.

De entre los versos de Manuel Acuña es bien conocido el "Nocturno" (dedicado justamente a su amada Rosario, que ha pasado de generación en generación como un canto al amor y al desengaño), o "Ante un Cadáver", que representa toda una reflexión acerca de la vida y la muerte desde el punto de vista de la materia misma y su transformación.
Manuel Acuña destacó durante su juventud, pero privó a los amantes de la poesía de ver su evolución y comprobar que estaba destinado a ser uno de los grandes en las letras mexicanas.

Manuel Acuña

"Nocturno a Rosario"
por Manuel Acuña
(1849-1873)

El poeta se suicidó a los 24 años
por causa de este fatal amor
con una mujer casada.

"Nocturno a Rosario"

I
¡Pues bien! yo necesitodecirte que te adorodecirte que te quierocon todo el corazón;que es mucho lo que sufro,que es mucho lo que lloro,que ya no puedo tantoal grito que te imploro,te imploro y te hablo en nombrede mi última ilusión.
II
Yo quiero que tu sepasque ya hace muchos díasestoy enfermo y pálidode tanto no dormir;que ya se han muerto todas las esperanzas mías,que están mis noches negras,tan negras y sombrías,que ya no sé ni dóndese alzaba el porvenir.
III
De noche, cuando pongomis sienes en la almohaday hacia otro mundo quieromi espíritu volver,camino mucho, mucho,y al fin de la jornadalas formas de mi madrese pierden en la naday tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.
IV
Comprendo que tus besosjamás han de ser míos,comprendo que en tus ojosno me he de ver jamás,y te amo y en mis locosy ardientes desvaríosbendigo tus desdenes,adoro tus desvíos,y en vez de amarte menoste quiero mucho más.
V
A veces pienso en dartemi eterna despedida,borrarte en mis recuerdosy hundirte en mi pasiónmas si es en vano todoy el alma no te olvida,¿Qué quieres tú que yo haga,pedazo de mi vida?¿Qué quieres tu que yo hagacon este corazón?
VI
Y luego que ya estabaconcluído tu santuario,tu lámpara encendida,tu velo en el altar;el sol de la mañanadetrás del campanario,chispeando las antorchas,humeando el incensario,y abierta alla a lo lejosla puerta del hogar...
VII
¡Qué hermoso hubiera sidovivir bajo aquel techo,los dos unidos siemprey amándonos los dos;tú siempre enamorada,yo siempre satisfecho,los dos una sola alma,los dos un solo pecho,y en medio de nosotros mi madre como un Dios!
VIII
¡Figúrate qué hermosaslas horas de esa vida!¡Qué dulce y bello el viajepor una tierra así!Y yo soñaba en eso,mi santa prometida;y al delirar en ellocon alma estremecida,pensaba yo en ser buenopor tí, no mas por ti.
IX
¡Bien sabe Dios que ese erami mas hermoso sueño,mi afán y mi esperanza,mi dicha y mi placer;bien sabe Dios que en nadacifraba yo mi empeño,sino en amarte muchobajo el hogar risueñoque me envolvió en sus besoscuando me vio nacer!
X
Esa era mi esperanza...mas ya que a sus fulgoresse opone el hondo abismoque existe entre los dos,¡Adiós por la vez última,amor de mis amores;la luz de mis tinieblas,la esencia de mis flores;mi lira de poeta,mi juventud, adiós!